Hace muchos años trabajé en una empresa de alimentación llamada Industrias Riera Marsa, que ya no existe. El hecho de recordar mi estancia es que allí conocí a un auténtico empresario paternalista, con un estilo de trabajo más propio del siglo XIX que del XX.

Voy a comentar algunos detalles de los que recuerdo:

• Mi sueldo era muy normalito, pero lo recibía a través de tres canales distintos. Uno era la nómina oficial, otro me lo entregaba el tesorero de la sociedad, y el tercero me lo entregaba la secretaria del Presidente. Por cierto, el Presidente era el D. Federico Riera Marsa

• Por Navidad, era el Presidente quien entregaba personalmente la cesta de turrones a cada empleado. Una vez terminada la ceremonia, había un coro que cantaba villancicos para regocijo de todos.

• Algunos domingos celebrábamos fiestas todos juntos en el campo, haciendo gymkanas, o jugando un partido de futbol, todo ello con el aplauso del Sr. Presidente.

• El Presidente estaba siempre rodeado de una pequeña corte de empleados de su edad, que lo protegían y le daban a entender que era el súmmum del management. Los jóvenes nos reíamos.

• Al descubrirse que un compañero era gay, fue despedido de forma fulminante

Nunca, ni antes ni después he vuelto a tener un empresario paternalista, pero me alegra haber conocido a uno en su salsa. No me gustó, sus reacciones eran imprevisibles, pues sus motivaciones eran más por amiguismo que por reflexión, y aunque el adjetivo que se utiliza es el de “paternalista” eran gente de los que no te podías fiar

Creo sinceramente que el Presidente era un buen hombre, pero que ya entonces no estaba en condiciones de gobernar una empresa con unos 500 empleados. Ser dueño de una empresa no implica que deba ser el que gobierne el día a día de la misma. Para esto están los profesionales, gente que han estudiado y practicado políticas empresariales y con éxito.

Como es lógico la empresa no iba bien, y al final fue vendida a una compañía americana.