Hace poco, en el aeropuerto de Madrid, un nigeriano se sintió enfermo y pidió ayuda. Venía procedente de Turquía y hacía cuatro años que no estaba en su tierra, por lo que la probabilidad de que estuviera infectado por el ébola era mínima.

Sin embargo, los médicos del aeropuerto no quisieron atenderle, a pesar de que poco antes, a raíz de la crisis que hemos vivido, ya disponían de equipos apropiados a estos casos. Lo que hicieron fue avisar a Sanidad Exterior para que acudiese. Sanidad Exterior tardó 50 minutos en llegar al aeropuerto, y el nigeriano ya había fallecido. La causa del fallecimiento fue la explosión de bolas de cocaína que llevaba alojadas en el estómago.

Un sencillo lavado de estómago le hubiera salvado la vida.

Esta Sanidad Exterior solo está en el aeropuerto por las mañanas de lunes a viernes. El resto del tiempo se queda una guardia en Madrid, por si llegan avisos.

Yo no sé lo qué pensarán los médicos del aeropuerto, pero bajo mi punto de vista, han sido unos cobardes que no merecen el título de médicos o enfermeros. ¡Vaya diferencia con Teresa Romero!. Teniendo los equipos adecuados para atender a este pobre hombre, ¿por qué no lo hicieron?, ya no es por el juramento de Hipócrates, es que es un caso de homicidio por omisión, en donde la fiscalía debería intervenir.

Sanidad Exterior está para los casos en que es dentro del avión dónde se produce el suceso. En este caso, al llegar a tierra española, es Sanidad Exterior el que se hace cargo del paciente. Pero esto no es el caso del nigeriano. El descendió del avión sin ninguna sintomatología. Y fue al llegar a España cuando empezó a sentirse mal. Este es un caso tí8pico para el personal médico del aeropuerto, y no para Sanidad Exterior. Pero ni así.

¿Miedo?, ¿egoísmo?, ¿pereza en ponerse los trajes de protección?, no sé lo que debió pasar por la cabeza de los médicos, pero de lo que sí estoy seguro es que sobre su conciencia está la muerte de este hombre.

Con este suceso, cobra más valor la enfermera contagiada Teresa Romero, ella sí fue valiente, mostrando todo su amor al prójimo.