YA TENGO TABLETA
Fantástico, ya tengo de todo, ya puedo considerarme un hombre moderno. Vale, ¡y ahora qué!, ……y ahora nada, lo de siempre.
Continúo siendo sordo, ni oigo el timbre del smartphone, ni oigo lo que me dicen, ni oigo los mensajes. Pero tengo un hermoso Smartphone con el que hago maravillas con los solitarios o el juego de “cierto o falso”.
También tengo una tableta wifi, el último modelo Samsung, y esto sí que ya es otra cosa, pues no tengo que oír nada, solo mirar. ¿Y qué miro?, os lo voy a contar.
Suelo ir a un bar cada día a desayunar, y de paso leer algún periódico que tienen por allí. Si La Vanguardia está libre, la prefiero, y si no pues El Periódico, me es igual en catalán o castellano. Ahora, tiempos modernos, ya no dependo de qué periódico estará libre. Tengo ya mi tableta y allí me encuentro con la versión digital de todos ellos. Es algo fantástico.
Pero mi vida no ha cambiado. Lo que antes veía en el PC de sobremesa, ahora lo miro en la tableta. Pero no quiero que mi vida cambie por la tableta.
Me cuesta pensar en la posibilidad de que mi vida sea diferente por el hecho de que dispongo de estos utensilios. La felicidad, este objetivo que todos nos marcamos en la vida, no puede depender de cosas tan prosaicas como una tableta, sino que tiene que depender de un sentimiento íntimo que todos llevamos con nosotros. Los hay para bien, y los hay desgraciadamente para mal.
Me gusta pensar que tengo tableta y smartphone, y que esto me da un cierto plus de libertad, pero me repugna pensar que ellos intervienen en mi vida, como algo importante.
En los primeros años de casado, no teníamos dinero para comprarnos un televisor. Y no pasó nada. Vivíamos felices sin interrupciones en nuestras conversaciones, y sin nervios en los partidos de futbol. Luego sí vino el televisor, y otras cosas, pero ya teníamos formados nuestros modos de vida, sin que el televisor se entrometiera entre nosotros.
Algo parecido es lo que pienso de la tableta y el smartphone. Los tengo, intento aprovecharme de ellos, pero la vida es un milagro tan hermoso que no puedo hacerlo depender de unos vulgares utensilios.
Y ahora a esperar el siguiente paso. ¿Cuál será?
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Las gafas con pantalla?
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El reloj con programas?
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¡Quién sabe las sorpresas que nos deparará el futuro!